La familia, como primer agente socializador de las infancias, cumple un rol fundamental para el desarrollo socioemocional de sus descendientes. Se vuelve de vital importancia el preguntarnos cómo influyen los diferentes estilos de crianza y las competencias parentales en las trayectorias saludables del desarrollo infantojuvenil.

¿Qué son las competencias parentales?
Las competencias parentales son el resultado de procesos complejos donde se fusionan las posibilidades personales innatas, influenciadas por factores hereditarios, así como también los procesos de aprendizaje influidos por la cultura y las experiencias de buen trato o maltrato que la futura madre o padre hayan conocido transgeneracionalmente -sobre todo en etapas primarias de desarrollo del vínculo y en la adolescencia (Barudy y Dantagnan, 2005)-.
Cuando hablamos de las competencias parentales, nos referimos a la capacidad para cuidar de los hijos y responder adecuadamente a sus necesidades. Masten y Curtis (2000) definen la competencia como la capacidad para coordinar y generar respuestas en las diferentes esferas de la vida, como lo es: el área afectiva, cognitiva, comunicativa y conductual. Estas respuestas se deben adaptar y ser flexibles en todo momento ante las demandas asociadas a la ejecución de las tareas vitales. Generando estrategias para aprovechar la oportunidad que le brinde el contexto de desarrollo , esta definición envuelve a la competencia parental como: multidimensional, bidireccional, dinámica y contextual .
Reiteradamente, la ausencia de competencias en los cuidadores origina numerosos tipos de traumas en los niños que, a pesar de ser siempre graves, lamentablemente, no siempre son visibles (Barudy, 2005).

Para abordar las competencias parentales, citaremos el Modelo de Intervención Familiar y Parental ODISEA
El cual separa en cuatro esferas las competencias: vinculares, protectoras, formativas y reflexivas.
Las competencias vinculares, son aquellas relacionadas con, las prácticas de crianza que facilitan el vínculo afectivo y/o emocional con el niño/a, contienen su estrés y le dan soporte y estructura a su desarrollo psíquico (Gómez y Contreras, 2019).
Las competencias protectoras, son aquellas relacionadas al cuidado y protección adecuada de los hijos, mediante la cual se resguardan sus necesidades en cuanto a su etapa del ciclo vital, se garantizan sus derechos y se contribuye a su integridad física, emocional y sexual.
Las competencias formativas, son aquellas que favorecen el proceso de desarrollo, aprendizaje y socialización de los infantes, a través de la estimulación del aprendizaje, la incorporación de patrones y hábitos, al mismo tiempo se promocionan las relaciones sociales.
Las competencias parentales reflexivas, son aquellas que permiten pensar acerca de las influencias y trayectorias del propio ejercicio parental, monitorear las prácticas y valorar el curso del desarrollo del hijo y así retroalimentar las demás esferas de competencia parental.

Para tener las competencias parentales optimas…
Los padres no sólo deben responder a la correcta nutrición de los niños para asegurar su crecimiento, sino que también deben contribuir con experiencias sensoriales, emocionales y afectivas, que les permitan la construcción de un vínculo seguro, sentirse parte de un mundo familiar y social como un ambiente seguro. Las competencias parentales como recurso para la promoción de estilos de crianza saludable y el desarrollo integral de los niños. Dicha experiencia proporcionará una base de seguridad a sus hijos para lograr superar los desafíos del crecimiento y adaptarse a los cambios de su ecosistema.
¿Por qué se plantea la formación en competencias parentales como una herramienta necesaria a formar?
Entre otros motivos, porque a pesar de la importancia indiscutible de las funciones que despliega el sistema familiar, continúa siendo la única institución formativa en la que sus integrantes adultos no reciben pautas específicas para mejorar sus aptitudes y recursos.
En lo que refiere al fortalecimiento de las competencias de los padres, existen múltiples programas de intervención, orientados a la intervención psicopedagógica y sociocumunitaria, con objetivos claros y definidos, que buscan ayudar a mejorar el espacio de desarrollo, de formación, las interacciones y al mismo tiempo potenciar las redes de apoyo con las que cuenta el sistema familiar
Respecto de la intervención terapéutica, esta se encuentra dirigida a familias multiproblematicas y multiestresadas en las cuales existen factores añadidos que dificultan aún más la dinámica saludable, así como también factores que imposibilitan el ejercicio parental, la terapia busca producir un cambio o transformación de las pautas iatrogénicas de la relación familiar. No menos importante es enfatizar la necesidad de promover la resiliencia en el conglomerado familiar, ya que permite a los NNA superar circunstancias adversas que se originen en el contexto familiar o en otro entorno. Les permite desplegar habilidades para superar situaciones complejas con más éxito y, seguidamente, prevenirlos de diferentes riesgos.

Por último, la adquisición de competencias parentales sanas es fundamental para el ejercicio de parentalidad, poder brindar a los niños una trayectoria de desarrollo integral hacia su vida adulta y su propio ejercicio parental futuro, permitirá erradicar las dinámicas parentales trasgeneracionales iatrogénicas para sus nuevas generaciones familiares.